lunes, 14 de noviembre de 2016

Cápsula 15 La familia frente a la muerte

FRASE:
A veces la vida familiar se ve desafiada por la muerte de un ser querido. No podemos dejar de ofrecer la luz de la fe para acompañar a las familias que sufren en esos momentos.”(1)

Contexto:
Este es el terreno de lo inevitable, la muerte es un ejercicio natural de la existencia biológica y es imposible dejar de pasar por la experiencia de la pérdida de un ser querido. Es por ello que antropológicamente el ser humano comenzó a observar de forma diferente esta realidad que lo asechaba constantemente y ante su propia biología emocional comenzó a ritualizar e interpretar este paso ineludible. Haciendo un recorrido por muchas culturas,  encontramos interpretaciones fantásticas sobre la muerte y el paso de la misma, así como el destino final del alma. Desde el dolor, comenzó a ofrendar elementos físicos que aportarían ayuda al tránsito de un estado a otro y como símbolo del sentimiento que se guardaba del fallecido, también se erigieron lugares específicos para reposar los restos, y al paso del tiempo, estas prácticas se mezclaron con creencias teológicas.

Experiencia.
Actualmente, la muerte sigue siendo un evento desgarrador y respetado desde su investidura de misterio, se ha mantenido por las creencias que individual, familiar o culturalmente se asumen, desde ahí se puede presentar un miedo a la misma o bien, verse como un episodio natural, a pesar de esto, el dolor de la pérdida parece inevitable, naturalmente obligatorio.

Reflexión.
 
Es difícil acompañar a quien esté pasando por este tránsito pues supone un cambio de vida a veces aterrador, si no se está preparado, o bien, ante la lastimosa realidad de no contar con el amado estar frente a la posibilidad de rehacer la vida “sin la persona” representa por sí solo, un reto especial. La necesidad de encontrar un soporte cálido y amoroso se vuelve vital para seguir adelante, a veces la misma familia está tan dolida que no se lo pueden brindar entre sí, en ocasiones por sacrificio de uno de los miembros se cumple, sin embargo retrasa su proceso de duelo y no resulta lo mejor, es necesario pues, encontrar el acompañamiento adecuado para estos momentos. 
  Como cristianos, estamos llamados a dar una atención especial para ese tiempo y tal vez no sólo se trate de acudir a los rituales específicos acuñados por la tradición, sino de una cercana estadía que abrace el corazón de quien ha perdido a su cercano. El mismo Jesús, se muestra conmovido ante la realidad de la muerte a su alrededor y nos enseña a actuar ante ella: en la lectura de la viuda de Naím, (Lc. 7, 11-17) se hace referencia  la muerte del único hijo de dicha mujer; “Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella” e inmediatamente este sentimiento le lleva a la acción; o la resurrección de Lázaro (Jn, 11, 1-44) dónde Él mismo vive el fallecimiento de su amigo: “ Al ver Jesús el llanto de María  y de todos los judíos que estaban con ella, su espíritu se conmovió profundamente y se turbó… y Jesús lloró” en esta ocasión él experimenta también el dolor de perder a su amigo. 
 La propia muerte de Jesús está enmarcada en la agonía de su familia y amigos, al ver la injusticia y sufrimiento de un castigo inmerecido y la inevitable secuencia de hechos que lo llevan a la muerte, sin embargo él mismo da una amorosa compañía a los sufrientes, los escucha y los acompaña por el camino (Lc. 24, 13-35) es decir toca y abraza su corazón. 
  En la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia (la Alegría del Amor) se nos invita a mostrar una sensibilidad activa en este tema, “ [280]. Abandonar a una familia cuando la lastima una muerte sería una falta de misericordia, perder una oportunidad pastoral, y esa actitud puede cerrarnos las puertas para cualquier otra acción evangelizadora”. Haciendo aprecio de éstas últimas palabras que tienen que ver con un seguimiento misionero y de pronto parecieran proselitistas, están generadas más bien, desde una realidad palpable: el momento más vulnerable del ser humano y la necesidad de un consuelo profundamente amoroso, que si no se da así, provoca mayor daño.

Morir es trasladarse a una casa más bella,
“se trata sencillamente de abandonar el
cuerpo físico como la mariposa
abandona su capullo de seda”.
Elisabeth Kúbler-Ross
Acción.
 Para llevar a cabo acciones concretas de acompañamiento con familias con pérdida de algún ser querido, es necesario comprender la dinámica del duelo, entendiendo que en sí nos encontramos ante seres heridos por la muerte, entonces no podemos irrumpir con palabras o acciones basadas en propias creencias, que mortifiquen en vez de acompañen saludablemente esos momentos. 
 Es necesario, pues, adentrarnos en la información existente. La tanatología nos ofrece elementos clave para tocar el mundo del duelo de manera amorosa, conociendo sus etapas (un aporte especial de la Dra. Elisabeth Kübler-Ross que se invita a leer) y comprendiendo con ello el caminar que le corresponde a la familia ante su pérdida; es importante rescatar las diferentes reacciones y etapas del duelo que pueden estar presentando las personas ante los diferentes tipos de muerte, no es lo mismo para quien acompañó a su ser querido en la agonía de una larga enfermedad, puesto que la información que recibe sobre la condición del enfermo de alguna forma va preparando ante lo inevitable; que para quien sorpresivamente se enfrenta al cese de la vida de su familiar de forma repentina, pues de manera forzosa tiene que ir aceptando la realidad; no es lo mismo la pérdida de un hijo, que a veces el duelo les lleva a los padres por el camino de la separación y no de la unión, que la pérdida del padre o madre que son sustento de amor, seguridad, etc. pues además del dolor supone una reformulación del hogar en cuanto a roles y economía. 
 No es lo mismo el suicidio, que deja muchas dudas en sus familiares, que la controvertida eutanasia, que deja la irritabilidad del acuerdo o desacuerdo. No es lo mismo la muerte por violencia, que deja el rastro de la injusticia y el resentimiento, que la desaparición forzada del ser amado, que presupone un duelo que no parece tener fin entre la esperanza de esperarle con vida y el doloroso paso del tiempo que sugiere la pérdida total. No es lo mismo apoyar a un adulto en duelo, que a un adolecente o un niño. El conocer el proceso de duelo, permitirá un acercamiento a la comprensión de cada etapa, por lo tanto consolaremos desde adaptación a cada momento del proceso en que la persona o familia se encuentre.
 El proponer una preparación que va más allá de lo que comúnmente se conoce, se vuelve necesaria ahora, en este presente, no solo desde la invitación a un acompañamiento más pleno y cercano, también por la realidad que nos acompaña continuamente, que toca la vulnerabilidad humana y que presupone lo inevitable.
 A veces la escucha, el abrazo, la aceptación de los sentimientos del deudo, y las acciones sencillas del día a día como proveer de alimentos el día de los funerales, la visita continua, alguna ayuda con quehaceres de casa o apoyando en trámites inherentes al deceso, podrán hacer la diferencia en la reorganización familiar y el paso de los sentimientos en el transcurso de este proceso.
Otro tema necesario a tocar es la preparación ante el fallecimiento propio o de los otros, significando en esta área, la certeza de lo inevitable, con ejercicios claros y claves que aliviarán a sí mismo y a los deudos en la medida de los posible; algunos asuntos a acomodar pertenecen al índole de lo espiritual, emocional y otros a lo económico, pues las certezas además de moderar la posibilidad del miedo a la muerte, darán paso a la tranquilidad de estar solucionando solo lo que el proceso de duelo emocional presupone. Ayudar fomentando una cultura de la prevención es una acción más a trabajar como invitación en este tema.

256. Nos consuela saber que no existe la destrucción completa de los que mueren, y la fe nos asegura que el Resucitado nunca nos abandonará. Así podemos impedir que la muerte envenene nuestra vida, que haga vanos nuestros afectos, que nos haga caer en el vacío más oscuro.

Evaluación.

¿Estoy preparado para dar apoyo real cuando voy a dar un pésame o acompaño a alguien en esta situación de perdida?
¿Soy consciente de que la muerte puede llegar a mi vida en cualquier momento ya sea conmigo o cualquier familiar y puede llegar de muchas maneras?
¿Me es fácil hablar de la muerte y estar preparado para enfrentar esa situación?
¿Me gustaría aprender más sobre el duelo de cómo vivirlo y como acompañarlo?


Bibliografía.
“Antropología de la muerte: entre lo intercultural y lo universal”. Rosa García-Orellán. Pdf.
“Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia: Sobre el Amor en la Familia”. Santo Padre Francisco.
“La muerte un amanecer” Elizabeth Kubler-Ross. Ediciones Luciérnaga.
“Sobre la muerte y los moribundos” Elizabeth Kubler-Ross. Editorial Grijalbo. 1972.


Recomendaciones:

“Sanando la herida más profunda”. Matthew Linn, Dennis Linn, Sheila Fabricant. Editorial Promexa.

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