viernes, 30 de septiembre de 2016

Cápsula 14 El perdón y la reconciliación frente a las crisis en el matrimonio.


Punto
El perdón y la reconciliación frente a las crisis en el matrimonio.

Frase:
“La familia basada en el matrimonio del hombre y la mujer es un lugar magnífico e insustituible para el amor personal que transmite la vida […].  La pareja y la vida en el matrimonio no son realidades abstractas, permanecen imperfectas y vulnerables. Por eso, es siempre necesaria la voluntad de convertirse, de perdonar y de volver a empezar. Nuestra responsabilidad, como pastores, es preocuparnos por la vida de la familia”. (XIV Asamblea General Ordinaria. Sínodo de los Obispos al Santo Padre Francisco).

Contexto:
La palabra perdón significa cancelar una deuda. A través del sacrificio de Cristo en la cruz, Dios ofrece perdón a todos los creyentes. Como Él nos ha perdonado, nos pide que también perdonemos a otros.
El perdón, según el ejemplo de Cristo, es un gran ideal que sólo se puede alcanzar por la gracia de Dios.
§  El perdón evita que crezca la amargura, que siga dañándose la relación y a las personas involucradas.
§  El perdón es parte de la naturaleza de Dios: Él es paciente, piadoso, misericordioso y está dispuesto a perdonar.
§  Dios quiere que nos perdonemos unos a otros, recordando que también Cristo nos perdonó a nosotros.

Experiencia:
Al negarnos a perdonar, al guardar rencor o dar lugar a la amargura y al odio, nos exponemos a consecuencias graves. I Juan 3:15-16 : “Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.”


Reflexión:
El misterio de la creación de la vida en la Tierra nos colma de alegría y admiración. La familia, fundada sobre el matrimonio entre el hombre y la mujer, es el lugar magnífico e insustituible del amor personal que transmite la vida. El amor no se reduce a la ilusión del momento, no es un fin en sí mismo, sino que busca la fiabilidad de un “tú” personal, que busca prolongarse en el tiempo, hasta la muerte a través de una promesa recíproca que se mantiene en la prosperidad y en la adversidad.

“La pareja y la vida en el matrimonio no son realidades ideales, son realidades imperfectas y vulnerables. Por eso siempre es necesaria la voluntad de convertirse, perdonar y volver a empezar. Nuestra responsabilidad como Pastores, es preocuparnos por la vida de las familias. Deseamos escuchar su realidad de vida y sus desafíos, y acompañarlas con la mirada amorosa del Evangelio dándoles fuerza y ayudándolas a comprender su misión hoy. Con corazón sincero, queremos también compartir sus preocupaciones, infundiéndoles el valor y la esperanza que vienen de la misericordia de Dios”. (XIV Asamblea General Ordinaria. Sínodo de los Obispos al Santo Padre Francisco. I Parte. La Iglesia a la escucha de la familia).

“Se ha visto en la capacidad de perdonar y perdonarse no sólo una manera de evitar las divisiones en familia, sino también una aportación a la sociedad, para que sea menos malvada y cruel. Por eso deseó que en el Jubileo Extraordinario de la Misericordia las familias descubran de nuevo el tesoro del perdón recíproco y rogó a la Virgen que nos ayude a vivir cada vez más la experiencia del perdón y de la reconciliación, dado que las familias cristianas pueden hacer mucho por la sociedad y por la Iglesia”. (Iglesia.org. Noticias 4/11/2015 “Que las familias redescubran el tesoro del perdón recíproco”).

En el Sínodo de la familia “No hay condenas sino un mensaje de esperanza para quienes se deciden a formar una familia, y quienes están afrontando los obstáculos de ese camino.

Se pide que se cuente con las mujeres en los procesos decisionales de la Iglesia; que los padres de familia no renuncien a proteger a su familia; que se cuente más con los abuelos y que las asociaciones trabajen para que se armonice el tiempo dedicado al trabajo y el que se dedica a la familia”. 

Hoy quisiera centrarme en la familia como ámbito para aprender a vivir el don y el perdón recíproco, sin el cual ningún amor puede ser duradero. Lo rezamos siempre en el Padre Nuestro: Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No se puede vivir sin perdonarse, o al menos no se puede vivir bien, especialmente en familia. Todos los días de una u otra manera nos hacemos daño. Pero lo que se nos pide es curar inmediatamente las heridas que nos causamos y restaurar los vínculos que se han dañado. Si esperamos demasiado, todo es más difícil. Y hay un remedio muy simple: no dejar que termine el día sin pedir disculpas, sin hacer las paces, de los padres entre sí y de los padres con los hijos, también entre los hermanos. Y para esto no hace falta un gran discurso, basta una palmada y ya está. De esta manera el matrimonio y la familia se hacen una casa más sólida, resistente a nuestras pequeñas y grandes fechorías. (Papa Francisco. “Que las familias redescubran el tesoro del perdón recíproco”).

El Sínodo ha visto en la capacidad de perdonar y perdonarse no sólo una manera de evitar las divisiones en familia, sino también una aportación a la sociedad, para que sea menos mala y menos cruel. Ciertamente, las familias cristianas pueden hacer mucho por la sociedad y por la Iglesia. Por eso deseo que en el Jubileo Extraordinario de la Misericordia las familias descubran de nuevo el tesoro del perdón recíproco. (Papa Francisco. “Que las familias redescubran el tesoro del perdón recíproco”).

Acción:
Ante una ofensa podemos reaccionar de distintas maneras:
  • Ante una ofensa, te invito a pensar un momento antes de actuar, para que decidas lo que es mejor para tu crecimiento personal, para tu salud y para unas buenas relaciones fraternas.
  •  Perdonar nos ayuda a crecer, significa actuar a favor de las personas, empezando por nosotros. Perdonar es dar otra oportunidad para recuperar la confianza y prepararnos para una posible reconciliación. Es ver al futuro: para que los sentimientos que acompañan los recuerdos de una ofensa, no nos dominen.   
  • Perdonar nos da herramientas de vida para enfrentar próximas ofensas. Todos tenemos algo de ofensores y algo de ofendidos: guardamos heridas del pasado y las hacemos presentes, por ejemplo, cuando juzgamos, condenamos o criticamos a las personas; nos llenamos de prejuicios que nos impiden verlas como son, solo desde la perspectiva de nuestras heridas. Podemos ejercitar el perdón empezando con las personas que nos han lastimado un poco, después continuar practicando el perdón con aquellos que han causado heridas mayores.
  • Tratar de comprender las circunstancias de la otra persona y respetarla, facilita el perdón.

Bibliografía:
  • ·   “El perdón: ¿Qué es? ¿Qué no es? y ¿Cómo se practica?” Apostolic Christian. Counseling and Family Services. 
  • ·         Sínodo de los Obispos.
  • ·     Seminario especial de comunidad del perdón a la reconciliación.  Elaborado por Manuel Tenjo.

domingo, 25 de septiembre de 2016

“(...) tampoco creerán aunque un muerto resucite”

Domingo XXVI del Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas 16, 1-13) – 25 de septiembre de 2016

  
En estos momentos, en los que nuestro país (Colombia, pero podría ser México) se siente amaneciendo a una nueva realidad, nos tenemos que hacer conscientes del reto que tenemos delante. Los especialistas en procesos de paz insisten en la diferencia que existe entre el “hacer la paz” (Peace making) y el construir la paz (Peace building). Una cosa es hacer las ‘paces’, como decíamos cuando habíamos tenido una pelea con un amigo o amiga, y otra distinta, construir las condiciones que hacen posible esa paz que llaman ‘estable y duradera’. Desde luego, esto tiene un costo y será alto… vamos a comenzar a hablar de ‘Los precios de la paz’, en lugar de ‘Los costos de la guerra’… Esto supondrá que los que tienen más, estén dispuestos a compartir sus riquezas con los que tienen menos. Cosa que es bien difícil de que se de modo espontáneo y libre. Precisamente allí creo que está el origen de todas las guerras. Esto va a suponer más impuestos para los que tienen más y más ayudas y apoyos, para los que tienen menos. Habrá que pagar más para financiar el desarrollo humano sostenible de toda la población, de modo que se le quite el piso a la violencia en la que vivió sumido este pobre país durante tantos años.

Un artículo de El Tiempo aseguraba hace un tiempo que “Colombia es el tercer país menos equitativo de América Latina, que es la región más inequitativa del mundo. El 10 por ciento de los colombianos más ricos gana 80,27 veces más que el 10 por ciento de los más pobres. En E.U. ese mismo 10 por ciento gana solo 15,9 veces más que el 10 por ciento de los pobres (...) Si se mira la situación desde la perspectiva de la tenencia de la tierra, la inequidad es aún mayor: el 0,4 por ciento de los colombianos, de acuerdo con un estudio del Gobierno, es dueño del 61,2 por ciento de la tierra para fines agrícolas”. No hay que olvidar que estas cifras tienen su origen en un informe del Centro para la Política Internacional (CIP), reconocido grupo de análisis social, publicado en el periódico con mayor circulación en Colombia.

Pocos días después, un buen amigo vio cómo la policía, por petición de los vecinos del sector donde vive actualmente, se llevaba a una vendedora ambulante, que sólo trabaja para vivir y sostener a su familia. Ante el atropello que se estaba cometiendo, mi amigo se acercó y le dijo a los policías: “Trátenla como una persona humana”. Uno de los vecinos, que habían denunciado a la vendedora, respondió: “¡No nos venga ahora con discursos sociales!”. Pero mi buen amigo, encarando al hombre, dijo: “¡No estoy hablando de discursos sociales, sino del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo!”

Eso mismo deberíamos repetir hoy después de haber ofrecido los datos de la repartición de las riquezas en nuestro país, y de la necesidad de crear condiciones de mayor igualdad entre los colombianos, como paso necesario en la construcción de la paz: ¡Estamos hablando del Evangelio! La parábola que nos cuenta hoy el Señor parece sacada de nuestra propia realidad: “Había un hombre rico que se vestía con ropa fina y elegante y que todos los días ofrecía espléndidos banquetes. Había también un pobre llamado Lázaro, que estaba lleno de llagas y se sentaba en el suelo a la puerta del rico. Este hombre quería llenarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas”. La historia muestra el destino definitivo del pobre después de su muerte, que es llevado al seno de Abraham, y el destino del rico del que solo dice que “fue enterrado” y llevado un lugar de tormento.

El diálogo entre el rico y Abraham es muy interesante. El rico quiere que Abraham advierta a sus hermanos, por algún medio, para que al morir no vayan al mismo lugar a donde él ha sido llevado. Pero Abraham le recuerda que para eso tienen a Moisés y a todos los profetas. Solo tienen que hacerles caso. Por fin, el rico termina diciendo: “Padre Abraham, eso no basta; pero si un muerto resucita y se les aparece, ellos se convertirán. Pero Abraham le dijo: ‘Si no quieren hacer caso a Moisés y a los profetas, tampoco creerán aunque algún muerto resucite”. Resucitó el Señor, y tampoco le hemos hecho caso. Incluso, al que predica estas cosas lo acusan de estar echando ‘discursos sociales’, cuando lo que está en juego es el anuncio del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo y la vida digna para todos.


Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Lc. 16, 19-31

sábado, 24 de septiembre de 2016

Cápsula 13 Algunas situaciones complejas en la Familia


Punto
Algunas situaciones complejas en la Familia

Frase:
Las problemáticas relacionadas con matrimonios mixtos cristianos ecuménicos con disparidad de culto; familias con algún miembro con tendencias homosexuales; uniones entre personas del mismo género; familias monoparentales, son complejas y requieren una atención específica de todos nosotros miembros de la iglesia católica.

Contexto:
Todas estas problemáticas relacionadas al matrimonio y la familia se observan cada vez más en nuestra sociedad moderna. Al ser una sociedad más abierta globalmente  y diversa, se posibilita que este tipo de matrimonios, familias y situaciones relacionadas se vayan incrementando y mayor número de miembros de la sociedad vivan experiencias propias o cercanas a su vida y entorno familiar.

Este contexto “constituye consiguientemente una exigencia imprescindible de la tarea evangelizadora. En efecto, es a las familias de nuestro tiempo a las que la Iglesia debe llevar el inmutable y siempre nuevo Evangelio de Jesucristo; y son a su vez las familias, implicadas en las presentes condiciones del mundo, las que están llamadas a acoger y a vivir el proyecto de Dios sobre ellas. Es más, las exigencias y llamadas del Espíritu Santo resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia, y por tanto la Iglesia puede ser guiada a una comprensión más profunda del inagotable misterio del matrimonio y de la familia, incluso por las situaciones, interrogantes, ansias y esperanzas de los jóvenes, de los esposos y de los padres de hoy”

Experiencia:
La sociedad en nuestro país no es una excepción a lo anteriormente descrito. El país inmerso en esta sociedad global, también presenta y en una proporción creciente este tipo de problemáticas. A pesar de ser una sociedad con una cultura relativamente conservadora y con una población mayoritariamente católica y con ello no está al margen de lo sucedido hoy en día.

Como se ha dicho en el párrafo anterior, uno de los retos que hoy en día la sociedad se enfrenta es el creciente debate ante la polémica de la analogía de un matrimonio heterosexual con una unión del mismo sexo. En las consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales desde la Congregación para la Doctrina de la Fe se estipula “No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia…”

Sobre los argumentos contrarios a este reconocimiento legal de las uniones homosexuales en los diferentes órdenes, racional, biológico y antropológico, social y jurídico anteponen cualquier hecho de legalizar estas uniones fundamentándose desde la concepción del bien común de proteger la unión matrimonial como la célula primaria de la sociedad.






Por otro lado existen otras graves fronteras donde necesitamos enfocar nuestra atención, nuestros esfuerzos y nuestra compasión hacia las familias monoparentales. Casi el 20% de nuestras familias en México, recae en papás o mamás solos con sus hijos. Dichas experiencias han respondido desde la migración de hombres y mujeres que han tenido que abonar a sus hijos, esposas o esposos; a las situaciones de violencia donde provoca la desintegración del nido familiar. Esas familias requieren una respuesta de los que profesamos la fe, la misericordia y la solidaridad antes sus precarias situaciones, dificultades e incertidumbres en las que se ven emergidos.

Reflexión:
Ante la situación prevaleciente estamos convocados e invitados primeramente a ejercer el respeto y apertura a la escucha de estas personas que buscan un equilibrio en sus vidas, integridad y amor. ¿Cómo podríamos crear un paralelo de lo que haría Jesús en estas situaciones actuales?, ¿qué fue lo Él que nos enseñó?
Así mismo orientar nuestros esfuerzos en la comunicación, en el diálogo buscando relaciones armoniosas orientadas a acogerlos siendo inclusivas no excluyentes, aun cuando en algún momento no estemos de acuerdo en sus propuestas y decisiones de vida.

Acción:
Desde el carisma ignaciano, poner en práctica nuestra Fe cristiana en aquellos dolidos, excluidos, heridos y no escuchados en los distintos entornos naturales y sociales de convivencia y de vida.

Evaluación:
¿Con la mirada fija en Jesús y en su rostro misericordioso como me encuentro ante esta lectura? 

Bibliografía, referencias/ fuentes.
Familiaris consortio – exhortación apostólica de juan pablo ii
Congregación para la doctrina de la fe

Misericordiae vultus – bula del papa francisco 

domingo, 18 de septiembre de 2016

“El que se porta honradamente en lo poco (...)”

Domingo XXV del Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas 16, 1-13) – 18 de septiembre de 2016


Cuando Juan recibió su sueldo, en dinero efectivo, como siempre lo hacía el primer día de cada mes, contó cuidadosamente los billetes, uno a uno, agudizando sus ojos y untando el dedo con saliva para despegar con fuerza los billetes. Se sorprendió al percatarse que le habían dado 50.000 pesos más de lo que correspondía. Miró al contador de reojo para asegurarse que no lo había notado, rápidamente firmó el recibo, se guardó el dinero dentro del bolsillo y salió del sitio con la mayor rapidez y discreción posibles, aguantándose, con esfuerzo, las ganas de saltar de la dicha. Todo quedó así. El primer día del mes siguiente hizo la fila y extendió la mano para recibir el pago.
La rutina se repitió y al contar los billetes, notó que faltaban 50.000 pesos. Alzó la cabeza y clavó su mirada en el cajero, y muy serio le dijo: –Señor, disculpe, pero faltan 50.000 pesos. El cajero respondió: –¿Recuerda que el mes pasado le dimos 50.000 pesos más y usted no dijo nada? –Sí, claro –contestó Juan con seguridad–, es que uno perdona un error, pero dos ya son demasiados.

Esta escena, poco común, me vino a la memoria al leer el texto evangélico que hoy nos ofrece la liturgia: “Y es que cuando se trata de sus propios negocios, los que pertenecen al mundo son más listos que los que pertenecen a la luz”. Esta es la conclusión a la que llega el Señor después de haber contado la historia del mayordomo que estaba malgastando los bienes de su señor. Y más adelante dirá: “El que se porta honradamente en lo poco, también se porta honradamente en lo mucho; y el que no tiene honradez en lo poco, tampoco la tiene en lo mucho”. La honradez es una virtud que apreciamos mucho en los demás, pero no siempre sabemos poner en práctica en nuestras propias vidas. Nos damos perfectamente cuenta cuando los demás no se portan como deberían, pero no somos capaces de reconocer nuestras propias inconsistencias. Ya decía el Señor, que tenemos una capacidad infinita de reconocer la pelusa que tiene nuestro vecino en su ojo, pero no somos capaces de ver la viga que tenemos en el nuestro (Cfr. Mateo 7, 3-5 y Lucas 6, 41-42). Así somos, aunque nos cueste reconocerlo.

Pero allí no queda la cosa. Lo que el Señor quería enseñarnos con esta historia, era que tenemos que utilizar adecuadamente los bienes de este mundo, para alcanzar una vida plena: “De manera que, si con las riquezas de este mundo pecador ustedes no se portan honradamente, ¿quién les confiará las verdaderas riquezas? Y si no se portan honradamente con lo ajeno, ¿quién les dará lo que les pertenece?” En este sentido, no debemos olvidar que los bienes de este mundo son solamente un medio para alcanzar la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán, de la que habla san Ignacio en una de las meditaciones más conocidas de los Ejercicios Espirituales(Cfr. EE 139).

“Ningún sirviente puede servir a dos amos; porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las riquezas”, dirá el Señor más adelante. Valdría la pena que nos preguntáramos si tenemos nuestro corazón dividido entre el servicio de Dios y el servicio que prestamos a los bienes. Si nos servimos de las riquezas para ir construyendo esa vida verdadera a la que Dios nos llama, o si somos como el hombre de la historia, que calla o reclama, de acuerdo a lo que más le conviene...

Saludo cordial.


Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

DINERO - José Antonio Pagola

DINERO - José Antonio Pagola

La sociedad que conoció Jesús era muy diferente a la nuestra. Solo las familias poderosas de Jerusalén y los grandes terratenientes de Tiberíades podían acumular monedas de oro y plata. Los campesinos apenas podían hacerse con alguna moneda de bronce o cobre, de escaso valor. Muchos vivían sin dinero, intercambiándose productos en un régimen de pura subsistencia.

En esta sociedad, Jesús habla del dinero con una frecuencia sorprendente. Sin tierras ni trabajo fijo, su vida itinerante de profeta dedicado a la causa de Dios le permite hablar con total libertad. Por otra parte, su amor a los pobres y su pasión por la justicia de Dios lo urgen a defender siempre a los más excluidos.

Habla del dinero con un lenguaje muy personal. Lo llama espontáneamente «dinero injusto» o «riquezas injustas». Al parecer, no conoce «dinero limpio». La riqueza de aquellos poderosos es injusta porque ha sido amasada de manera injusta y porque la disfrutan sin compartirla con los pobres y hambrientos.

¿Qué pueden hacer quienes poseen estas riquezas injustas? Lucas ha conservado unas palabras curiosas de Jesús. Aunque la frase puede resultar algo oscura por su concisión, su contenido no ha de caer en el olvido. «Yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas».

Jesús viene a decir así a los ricos: «Emplead vuestra riqueza injusta en ayudar a los pobres; ganaos su amistad compartiendo con ellos vuestros bienes. Ellos serán vuestros amigos y, cuando en la hora de la muerte el dinero no os sirva ya de nada, ellos os acogerán en la casa del Padre». Dicho con otras palabras: la mejor forma de «blanquear» el dinero injusto ante Dios es compartirlo con sus hijos más pobres.

Sus palabras no fueron bien acogidas. Lucas nos dice que «estaban oyendo estas cosas unos fariseos, amantes de las riquezas, y se burlaban de él». No entienden el mensaje de Jesús. No les interesa oírle hablar de dinero. A ellos solo les preocupa conocer y cumplir fielmente la ley. La riqueza la consideran como un signo de que Dios bendice su vida.

Aunque venga reforzada por una larga tradición bíblica, esta visión de la riqueza como signo de bendición no es evangélica. Hay que decirlo en voz alta porque hay personas ricas que de manera casi espontánea piensan que su éxito económico y su prosperidad es el mejor signo de que Dios aprueba su vida.

Un seguidor de Jesús no puede hacer cualquier cosa con el dinero: hay un modo de ganar dinero, de gastarlo y de disfrutarlo que es injusto pues olvida a los más pobres.

25 Tiempo ordinario - C
(Lucas 16,1-13)
18 de septiembre 2016

José Antonio Pagola 


LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Lc. 16, 1-13

viernes, 16 de septiembre de 2016

Cápsula 12 Los primeros años de la vida matrimonial



Punto
LOS PRIMEROS AÑOS DE LA VIDA MATRIMONIAL

Frase:
“Cada matrimonio es una «historia de salvación», y esto supone que se parte de una fragilidad que, gracias al don de Dios y a una respuesta creativa y generosa, va dando paso a una realidad cada vez más sólida y preciosa “
                  
Contexto:
El matrimonio es una cuestión de amor, en la que la decisión debe ser libre y con conocimiento, pensada y valorada. Es una experiencia enfocada en el amor y el servicio entre dos personas que se aman y que quieren construir juntos una vida. Al unirse, los esposos se convierten en protagonistas, dueños de su historia y creadores de un proyecto que hay que llevar adelante. Por eso es muy importante que los primeros años de vida matrimonial los esposos consoliden la relación que han iniciado en el noviazgo y pongan los elementos adecuados para que el matrimonio perdure, a pesar de que no todo sea miel sobre hojuelas.
La Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2014 indica que en el país, 42.3% de la población de 15 años y más está casada. Para el año 2014 se registraron en México 577 mil 713 matrimonios, sin embargo hay una tendencia a la baja para este indicador. Por otro lado, según el INEGI, en México ha ido en aumento el número de divorcios por cada 100 matrimonios. En 1980 por cada 100 matrimonios había 4 divorcios; en 1990 y 2000 esta cifra se elevó a poco más de 7 divorcios, para 2010 el número de divorcios por cada 100 matrimonios fue de 15 y al 2013 se registraron 108,727 divorcios, es decir, casi 19 divorcios por cada 100 matrimonios. Cabe señalar que en promedio, la duración social[1] del matrimonio es de 13.5 años [2 y 3], lo cual nos indica que las crisis más fuertes del matrimonio se dan durante los primeros años.
Existen muchos factores que influyen en la separación, entre ellos el ritmo frenético de la sociedad, los tiempos que imponen los compromisos laborales o el que no se pasa tiempo de calidad juntos, la falta de diálogo y diferencias en los objetivos y formas de conducirse en la vida [4]. Pero algo que no se puede perder de vista es que el ritmo y las tendencias actuales están conduciendo a la población a nuevas expresiones y apropiaciones del yo y de la convivencia humana.
En la última Encuesta Nacional del Uso del Tiempo (INEGI, 2014), se observa que del total de las horas que una persona utiliza para esparcimiento, solo un 27% son dedicadas a convivencia familiar, mientras que el 57% se enfoca en la utilización de medios masivos de comunicación [5]. Al contrario de lo que pudiera parecer, el estar conectado y en aparente comunicación con el mundo puede conllevar a las personas a un aislamiento, a la falta de establecimiento de relaciones sanas y profundas entre los integrantes de una familia y en definitiva a un ambiente no propicio para el desarrollo de lazos afectivos reales entre sus integrantes. Para una pareja recién casada o en las primeras etapas de matrimonio puede representar una fuerte barrera para el entendimiento, para el diálogo, para el crecimiento.
La preparación para el sacramento del matrimonio actualmente varía desde unas sesiones de 2 o 4 horas hasta sesiones durante 2 o 3 fines de semana. Es claro que difícilmente este tiempo permitirá a los novios ya comprometidos (con fecha de boda y banquete) a profundizar en los objetivos de su futuro juntos, y cómo este se vuelve el proyecto de Dios para ellos.

Experiencia:
El noviazgo es la oportunidad de conocer a nuestra pareja, con virtudes y con defectos, con detalles y con vicios; sin embargo en la actualidad la vida tan agitada, las amplias jornadas laborales, la tecnología, los compromisos sociales, cumplir con el estándar que nos impone la sociedad, hace que se pierda el verdadero sentido del noviazgo y esto genera que un gran porcentaje de las parejas que optan por el matrimonio sufran desde el inicio un choque entre la idea romántica de vivir casados y la “cruda” realidad.
Esta realidad es una construcción que realizan las dos personas, que inició durante el noviazgo y que continúa durante el matrimonio. El acto de unión matrimonial es un evento de un momento, unas horas, pero representa las esperanzas e ilusiones de dos personas que deciden juntar sus vidas, dejar de lado el yo para construir el nosotros, con valentía, día a día, con decisiones pensadas, dialogadas, con conciencia, generosidad, pero sobre todo llenas de amor. Dicho entonces, el matrimonio es una cuestión de amor, solo deberían casarse los que se aman y que libremente eligen compartirse día a día hasta el fin de sus días. Pero es muy importante recordar que el matrimonio no es algo acabado, no es perfecto. Es un proceso continuo de mutuo crecimiento.
Cuando un noviazgo no es llevado como esa oportunidad y se llega a vivir en matrimonio, los retos a vencer generalmente crecen exponencialmente, por lo que los desafíos para consolidar una verdadera relación matrimonial y familiar son mayores. Además, el matrimonio tiene retos que nunca se han vivido, ni siquiera en el noviazgo: ¿Cómo compaginar los tiempos laborales y los deseos de superación profesional con la vida familiar? ¿Cuál será la mejor manera de administrar los bienes y cómo se organizarán las finanzas de la familia a corto, mediano y largo plazo? ¿Cómo vivir una sexualidad plena con mi cónyuge y hablar de estos temas, que muchas veces resultan bochornosos y tabúes? ¿Cómo decidir qué método de planificación familiar se usará? ¿Cuándo será el momento adecuado para tener hijos y cómo decidir cuántos? ¿Cómo enfrentar los conflictos que se tienen? ¿Cómo perdonar? ¿Estoy casado también con la familia de mi cónyuge? ¿Cómo tener la experiencia de una vida espiritual común? ¿Cuál es el mejor apostolado que podemos hacer ahora que somos matrimonio? ¿Cómo vivo ahora los tiempos de fiesta y festejo?
Con tantas interrogantes que van surgiendo durante los primeros años de matrimonio, es de gran ayuda en este tiempo contar con algún tipo de respaldo, que con amor haga conscientes de que se está  “comenzando” un proyecto de vida conjunto, que enriquezca el espíritu y ayude a profundizar sobre la decisión consiente y libre que se ha tomado de compartir la vida.
Al día de hoy existen muchas y muy variadas alternativas de acompañamiento, que permiten prestar atención a un rango más amplio de matrimonios: dirección espiritual con sacerdotes o religiosos, comunidades de vida, retiros de matrimonios, charlas de especialistas, talleres de formación de padres, entre muchos otros. Lo importante es estar en movimiento, en una constante búsqueda de una mejor versión de uno mismo, una mejor versión de la pareja y una mejor versión del propio matrimonio.
Parece fácil, sin embargo la realidad es mucho más demandante, se requiere de mucha paciencia, comprensión, tolerancia, generosidad y sobre todo de un amor sin límites. Siempre habrá altibajos, discusiones, crisis, pero la maduración del amor implica aprender a negociar y renegociar constantemente como un ejercicio del amor mutuo. Estos momentos difíciles son nuevas oportunidades de encuentro, de recíprocas ofrendas de amor y de algunas renuncias enfocadas en el bien de la familia.
Hoy más que nunca, es difícil convivir, en una sociedad que no fomenta la unión y la equidad, una sociedad acostumbrada a dejar de luchar por el otro, y que no quiere salir de su zona de confort, por lo que una herramienta poderosa es la oración, que nos ayudará a conectarnos con Dios y con nuestra pareja y con nuestro yo interno; más aún nos ayudará a dejar de lado las barreras que debilitan el matrimonio y la familia.

Reflexión:
Los primeros años de vida matrimonial son el inicio de un proyecto de vida, en constante construcción, un viaje que comienza del cual son protagonistas; que deberá servir para ir creciendo juntos, en constante comunicación, con paciencia, comprensión, tolerancia, generosidad, perdón, y por qué no, también con alegría, emoción, diversión, creatividad, con asombro y todo aquello que contribuya a llevar hacia delante ese maravilloso viaje que emprendieron juntos, por decisión propia, el cual no está exento de desafíos.
En estos tiempos donde pareciera que el individualismo debiera primar al bien común y de la solidaridad, donde nuestras generaciones están inmersas en una dinámica que busca satisfacer el “Yo” a merced de la mercadotecnia y las tecnologías, donde pareciera que  estar unido a alguien, es meramente un negocio o una inversión, es necesario ir construyendo día a día, con la gracia de Dios y el esfuerzo compartido que permite acercar a las personas y que conlleva a distinguir lo que es real y valioso de lo que no lo es: el amor y  el servicio por sobre el egoísmo, la competencia, la crítica destructiva.
Es en estas primeras etapas  del matrimonio donde es necesario llevar un acompañamiento espiritual, alentar la comunicación, la oración. Somos seres inacabados, llamados a crecer, en proceso; por lo que se requiere una donación generosa de amor, de tiempo para construirse mutuamente, familiarmente. Hace falta tiempo para dialogar, para abrazarse sin prisa, para compartir proyectos, para escucharse, para mirarse, para valorarse, para fortalecer la relación [4]. 
Este problema no se limita a los matrimonios; es un duro golpe a todo nivel social que afecta directamente a las bases humanas que nos fragmenta; empujando a las personas  a buscar refugio, amor y aceptación en los lugares equivocados. Hablando del matrimonio, cuando no se sabe qué hacer con el tiempo compartido, en muchos de los casos uno u otro de los cónyuges terminará refugiándose en la tecnología, inventará otros compromisos, buscará otros brazos, o escapará de una intimidad incómoda, una intimidad que involucra el develar la pequeñez de nuestra humanidad para dar paso al conocimiento, a la expresión del ser, la aceptación mutua, y al crecimiento espiritual y moral [4].
Esta situación nos debe invitar a realizar un cambio interno proveniente de un discernimiento así como a  vivir el matrimonio de una manera diferente, representar lo mejor de cada uno, a generar espacios y experiencias que nos puedan ayudar a vivir nuestra vida matrimonial.  En estos tiempos es necesario que desde los primeros años de matrimonio se finquen las bases que permitan el crecimiento amoroso y espiritual de los integrantes de la familia, no perder la capacidad de celebrar juntos, de alegrarse y de festejar las experiencias, de renovar la energía del amor y llenar de color y de esperanza la rutina diaria [4].

Acción:
Buscar entre mi familia, amigos o conocidos alguna pareja que tenga poco tiempo de casados. Evaluar si es posible dar un consejo, apoyar a hacer frente a alguna dificultad, o acompañar durante un tiempo para que vivan plenamente estos primeros años. Hacerles ver a ellos y a quienes les rodean algo que has notado que hacen bien como pareja.
En mis diferentes ambientes, hablar bien de la vida matrimonial y de cómo en ella uno encuentra plenitud y felicidad.
Celebro con mi pareja de alguna manera significativa los años que llevamos juntos.
           
Evaluación:
¿Cómo convivo con mi esposo/esposa? ¿Cuánto tiempo dedico a mi formación y crecimiento espiritual? ¿Cómo distribuyo mi tiempo entre las personas y espacios importantes y valiosos en mi vida como la familia, la pareja? ¿Qué tanta importancia le doy a los medios masivos de comunicación?
¿Guardo una relación equitativa y de diálogo con mi pareja o veo sólo por mis necesidades e intereses llegando incluso a “utilizar” al otro?
¿Estoy viviendo mi Principio y Fundamento en mi matrimonio?

Bibliografía, referencias/ fuentes.

[1] INEGI. ENADID. Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica, 2014. Base de datos.
[2] INEGI. “Estadísticas a propósito del… 14 de febrero, matrimonios y divorcios en México”, 2016.
[3] INEGI. Estadística/Base de datos/Consulta interactiva de datos/Registros Administrativos/Divorcios.
 [4] Amoris laetitia- Exhortación Apostólica Postsinodal 2016, numerales 217 - 230.
[5] INEGI. ENUT. Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, 2014. Base de datos.





[1] Duración social se refiere al tiempo transcurrido entre la fecha de matrimonio y la fecha en que se levanta la demanda de divorcio. Inegi, 2014.  

domingo, 11 de septiembre de 2016

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA



PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Lc. 15, 1-32