sábado, 16 de julio de 2016

“Marta, Marta, estás preocupada y te inquietas por demasiadas cosas (...)”

Domingo XVI del Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas 10, 38-42) –17 de julio de 2016


Si no recuerdo mal, hace algunos meses circuló por la Internet una historia de un maestro que llegó al salón de clase con una vasija de cristal muy grande y la llenó de piedras delante de sus alumnos. Al terminar de llenarla, preguntó a los estudiantes: ¿Creen que esta vasija está llena? Si. Respondieron todos al tiempo. Entonces el maestro sacó del maletín una bolsa con un poco de piedrecitas y las fue dejando caer dentro de la vasija por entre los espacios que dejaban las piedras más grandes. Volvió a preguntar el maestro: ¿Ahora sí creen que esta vasija está llena? Hubo un momento de duda y respuestas encontradas. El maestro sacó entonces una bolsa con arena y la fue depositando lentamente en la vasija. Poco a poco la arena fue llenando los espacios que dejaban las piedras grandes y las pequeñas. Por fin, el maestro preguntó. ¿Esta vez si está llena la vasija? Alguien se atrevió a decir que no. De modo que el maestro sacó una botella con agua y fue regando todo el contenido hasta llenar prácticamente la vasija. No recuerdo si ya con esto quedaba llena del todo la vasija, porque se me ocurre que podría agregarse algo de anilina para pintar el agua, o agregar un poco de sal que siempre está dispuesta a disolverse en el agua.

Al final de la historia el maestro pregunta a los estudiantes, ¿cuáles son las piedras más grandes de sus vidas? Si no las colocamos al comienzo, después no habrá espacio para ellas. Es fundamental definir prioridades y saber qué es lo que no puede dejarse por fuera de nuestros horarios, calendarios, agendas y programaciones. Si nos ocupamos de lo urgente, es muy probable que dejemos lo más importante por fuera de nuestra vida. Algo de esto es lo que le pasa a Marta, en el evangelio de hoy.

“Jesús siguió su camino y llegó a una aldea donde una mujer llamada Marta lo hospedó. Marta tenía una hermana llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús para escuchar lo que él decía. Pero Marta, que estaba atareada con sus muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo: –Señor, ¿no te preocupa nada que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude. Pero Jesús le contestó: –Marta, Marta, estás preocupada y te inquietas por demasiadas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la va a quitar”.

No es que Jesús quiera patrocinar la pereza de María. Tampoco quiere despreciar el esfuerzo de Marta en el cumplimiento de los deberes domésticos. Pero Jesús sí quiere señalar unas prioridades y distingue entre lo importante y lo urgente. Lo que estaba haciendo María era ‘escuchar lo que él decía’. Muchas veces nuestro activismo no nos da tiempo para sentarnos a escuchar al maestro en un rato de oración, o para escuchar a los demás. Cuánto tiempo dedicamos a escuchar a los que viven con nosotros. Muchas veces tenemos cosas que decir, pero no las decimos porque no vemos disposición en los demás para sentarse, tranquilamente, a ‘perder’ un poco de tiempo escuchando a los demás o a Dios.

Zenón de Elea, varios siglos antes de Cristo, decía: “Nos han sido dadas dos orejas y una sola boca, para que escuchemos más y hablemos menos”. Recordar esta experiencia de Jesús con Marta y María debería interrogarnos sobre nuestras prioridades y tendríamos que revisar si hemos colocado en su lugar las piedras más importantes, antes que las urgentes...


Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

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