domingo, 25 de enero de 2015

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mc. 1, 14-20


sábado, 24 de enero de 2015

“Después que metieron a Juan en la cárcel...”

III Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 1, 14-20) – 25 de enero de 2015

Benjamín González Buelta, un jesuita que trabaja actualmente en Cuba, y cuyos libros me han inspirado muchas veces, tiene la gracia de percibir en lo cotidiano los brotes germinales del reino. Cuando lo conocí, usaba unas gafas gruesas de miope perdido, pero eso no le impedía reconocer las señales de Dios en la vida ordinaria. Al comienzo de uno de sus libros, dice lo siguiente: “En los campos de la República Dominicana crece una hierba que los campesinos llaman «junquillo». Tiene media docena de hojas alargadas. Por debajo de la tierra se van extendiendo sus raíces en todas las direcciones, de tal manera que, cuando se arranca una planta, a los pocos días nace otra al lado. Es imposible eliminarla. Un día vi echar una capa de asfalto en el patio de una casa para acabar con el junquillo. Pero, algunos días después, unas hojas pequeñas empezaron a sacar sus cabezas verdes a través del asfalto negro. ¿Cómo unas hojas tan frágiles pueden atravesar un asfalto tan duro? ¿Cómo se incuba en el misterio de la tierra esta vida tan fuerte? (...) Dios crea inagotablemente vida y libertad en el secreto de la tierra fecunda hasta que llegue la hora y brote la justicia” (Benjamín González BueltaBajar al Encuentro de Dios. Vida de oración entre los pobres).

El impacto que causó la noticia de que el profeta Juan había sido encarcelado debió ser muy grande en todos aquellos que fueron desde muy lejos a bautizarse, al otro lado del Jordán. Grandes multitudes que escuchaban los bramidos de este hombre vestido con pelo de camello y alimentado con langostas y miel del monte, quedaban profundamente impresionados; regresaban a sus aldeas convencidos de que Dios estaba hablando por su medio a todo el pueblo y que su bautismo debía transformar la vida de todos.

La predicación de Juan, recogida más ampliamente en el Evangelio de san Lucas, era inquietante, aún para hoy. Cuando la gente le preguntó: “¿Qué debemos hacer? Juan les contestó: –El que tenga dos trajes, dele uno al que no tiene ninguno; y el que tenga comida, compártala con el que no la tiene”. A los que cobraban los impuestos para Roma le decía: “–No cobren más de lo que deben cobrar. También algunos soldados le preguntaron: –Y nosotros, ¿qué debemos hacer? Les contestó: –No le quiten nada a nadie, ni con amenazas ni acusándolo de algo que no haya hecho; y confórmense con su sueldo. (...) De este modo, y con otros muchos consejos, Juan anunciaba la buena noticia a la gente. Además, reprendió a Herodes, el gobernante, porque tenía por mujer a Herodías, la esposa de su hermano, y también por todo lo malo que había hecho; pero Herodes, a todas sus malas acciones añadió otra: metió a Juan en la cárcel”.

Jesús, que también había ido a bautizarse en el Jordán, no podía permanecer indiferente ante el encarcelamiento de Juan y se “fue a Galilea a anunciar las buenas noticias de parte de Dios. Decía: ‘Ya se cumplió el plazo señalado, y el reino de Dios está cerca. Vuélvanse a Dios y acepten con fe sus buenas noticias”. Y comenzó a llamar a sus primeros discípulos para llevar adelante su misión. Los que encarcelaron a Juan pensaron que con esto se iba a terminar la fiebre del reino, pero lo que hicieron fue alborotarla más; porque la vida de Dios, como el junquillo, siempre sigue buscando salidas, aún atravesando el asfalto implacable de la opresión.


Saludo cordial.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

domingo, 18 de enero de 2015

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Jn. 1, 35-42


sábado, 17 de enero de 2015

“¿Qué están buscando?”

II Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Juan 1, 35-42) – 18 de enero de 2015

Un vecino encontró a don Simón en cuatro patas en medio del andén, buscando algo en el piso. «¿Qué andas buscando, buen amigo?». Simón, levantando la mirada como quien pide ayuda, respondió: «Mi llave. La he perdido». De manera que el buen vecino se arrodilló allí mismo y los dos se pusieron a buscar la llave perdida. Al cabo de un buen rato dijo el vecino: «¿Dónde la perdiste?». Don Simón, casi disculpándose con una voz que salió para adentro, respondió: «En casa». «¡Santo Dios! Y, entonces, ¿por qué estamos buscando en plena calle?». «Porque aquí hay más luz», fue la respuesta inocente de don Simón (Tomado con algunas libertades de Anthony de Mello, El Canto del Pájaro). Es una verdad bastante obvia, pero estoy convencido de que no sólo es importante saber qué estamos buscando, sino también tener claro dónde hacerlo; cuando queremos acercarnos a Dios tenemos que clarificar primero qué es lo que buscamos, qué es lo que queremos de él; para qué lo invocamos, qué le pedimos... pero esto no basta; es importante también definir muy bien dónde lo vamos a buscar; porque puede ser que haya sitios aparentemente iluminados que nos parecen más idóneos para encontrar a Dios; y, sin embargo, él puede estar esperándonos en otra parte menos luminosa, como nuestra vida ordinaria y cotidiana... Suelo comenzar la experiencia de los Ejercicios Espirituales proponiéndole a las personas esta pregunta: «¿Qué están buscando?», porque me parece fundamental que cada uno establezca su propio encuentro con el Señor aclarándose, para sí mismo qué es lo que nos lleva a buscarlo. Las motivaciones que se develan ante nosotros son muy diversas y, muchas veces contradictorias. El milagro que realiza en esa experiencia es muy sencillo: cuando hemos aclarado lo que buscamos, cuando decimos que buscamos a Dios, entonces, comienza a concretarse el lugar en que debemos buscarlo. Una pregunta como esta fue la que Jesús le lanzó un día a dos de los discípulos de Juan el Bautista que lo seguían por el camino: “¿Qué están buscando? Ellos dijeron: – Maestro, dónde vives?” Una canción de Glenda, una religiosa chilena que transmite una experiencia muy profunda de Dios a través de su música, tiene este estribillo que se va repitiendo muchas veces: “Maestro, ¿dónde vives?” Termina diciendo: “¿Dónde está el Señor? ¿Dónde iré a buscarle? Indícame el camino”. La respuesta del Señor fue “– Vengan a verlo. Fueron, pues, y vieron dónde vivía, y pasaron con él el resto del día, porque eran como las cuatro de la tarde”. La Iglesia nos propone este texto del Evangelio porque quiere suscitar en nosotros el hambre del encuentro con el Señor y el deseo de saber más de él. Pidámosle en este comienzo del tiempo ordinario que el Señor quiera mostrarnos dónde vive, de manera que lo vayamos conociendo cada vez más, para que más le amemos y le sigamos en nuestras vidas. Lo importante es que no terminemos como don Simón, buscándolo en otra parte.

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

domingo, 11 de enero de 2015

Diplomado de formación Teológica- Espiritual

Estimados amig@s en el Señor:

Los invitamos a participar en el Diplomado de Formación Teológico-Espiritual, que ofrece el Centro Ignaciano de Espiritualidad (CIE) y la Comunidad de Vida Cristiana (CVX) y que llevará al cabo vía video conferencia, desde Guadalajara, México.

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Cursos:

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY, DÍA DE LA "FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR" PARA REFLEXIONAR TODA LA SEMANA:


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mc. 1, 7-11


sábado, 10 de enero de 2015

“Tu eres mi Hijo amado, a quien he elegido”

El Bautismo del Señor – Ciclo B (Marcos 1, 7-11) – 11 de enero de 2015
¡Qué rápido pasamos del nacimiento de Jesús a su bautismo en el Jordán! Han pasado tres semanas y el niño nacido en el Pesebre de Belén, ya aparece como un hombre, hecho y derecho que decide salir de su casa en Nazaret, dejando atrás su vida de familia, su oficio de artesano, los sembrados de Naím, los paisajes suaves de Galilea, para ir al encuentro del profeta Juan que está bautizando al otro lado del río Jordán, al sur del país. ¿Qué arrebato le dio a Jesús para dejar su vida tranquila para embarcarse en una aventura que lo llevaría en poco tiempo a la cruz? ¿Qué sueños llevaba este joven entre pecho y espalda para tomar esta decisión? No he encontrado mejor explicación para esto que una carta escrita por un sacerdote español, José Luis Cortés, en la que intenta recrear los sentimientos de Jesús en este momento de su vida. Es una carta dirigida a la Virgen María, en la que Jesús explica lo que lo mueve a dejar su casa.
“Querida mamá: Cuando te despiertes yo ya me habré ido. He querido ahorrarte despedidas. Ya has sufrido bastante y lo que sufrirás, María. Ahora es de noche, mientras te escribo. El gato me mira como diciendo: ‘¿Es que no va a poder uno dormir en esta casa nunca?’. Quiero decirte por qué me voy, por qué te dejo, por qué no me quedo en el taller haciendo marcos para las puertas y enderezando sillas el resto de mi vida. Durante treinta años he observado a la gente de nuestro pueblo y he intentado comprender para qué vivían, para qué se levantaban cada mañana y con qué esperanza se dormían todas las noches. Juan el de las gaseosas, y con él la mitad de Nazaret, sueñan con hacerse ricos y creen de verdad que cuantas más cosas tenga más completos van a ser. El alcalde y los otros ponen el sentido de sus vidas en conseguir más poder, ser obedecidos por más gente, tener capacidad para disponer del futuro de los otros hombres. El rabino y sus beatas se han rendido ya de todo lo que signifique esforzarse por crecer y se disculpan haciéndolo pasar por voluntad de Dios.
(...) A veces, madre, cuando llegaba el cartero y sonaba la trompetilla en la plaza del pueblo, cuando la gente acudía corriendo alrededor, yo me fijaba en esas caras que esperaban ansiosamente, delirantemente, de cualquier parte y con cualquier remite, una buena noticia: ¡hubieran dado la mitad de sus vidas porque alguien les hubiera abierto, desde fuera, un boquete en el cascarón! Me venían ganas de ponerme en medio y gritarles: ‘¡La noticia buena ya ha llegado! ¡El reino de Dios está dentro de ustedes! ¡Las mejores cartas les van a llegar de dentro! ¿Por qué se repiten que están cojos si resulta que Dios les ha dado piernas de gacela? Yo me siento prendido por la plenitud de la vida, María. Yo me descubro encendido en un fuego que me lleva y me hace contarles a los hombres noticias simples y hermosas que ningún periódico dice nunca [Y si alguien las llega a decir, lo censuran]. Y quisiera quemar al mundo con esta llama; que en todos los rincones hubiera vida, pero vida en abundancia. Ya se que soy un carpintero sin bachillerato y que apenas he cumplido la edad del poder abrir los labios en público. No me importaría esperar más, pensarlo más, ser más maduro, ‘hacer mi síntesis teológica...’ (...) Pero... Hay demasiada infelicidad, mamá, como para que yo me contente con fabricar hamacas para unos pocos... Demasiados ciegos, demasiados pobres, demasiada gente para quien el mundo es la blasfemia de Dios. No se puede creer en Dios en un mundo donde los hombres mueren y no son felices... a menos que se esté del lado de los que dan la vida para que todo eso no siga sucediendo; para que el mundo sea como Dios lo pensó (...).” (J.L. Cortés, Un Señor como Dios manda).
Jesús tuvo el valor necesario para seguir el camino que Dios le señalaba; su vocación fue ser hijo amado de Dios y hermano de todos los hombres y las mujeres que compartimos su misma vocación. Eso significó el bautismo de Jesús y eso significa nuestro propio bautismo.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

domingo, 4 de enero de 2015

Epifanía del Señor

Epifanía del Señor – Ciclo B (Mateo 2, 1-12) – 4 de enero de 2015
Leí hace poco en un libro de Pedro Ribes, Nuevas parábolas y fábulas, la siguiente historia: “Una noche, un avión cruzaba el océano Atlántico. Los pasajeros estaban disfrutando de la cena, se escuchaba una música suave y la atmósfera era relajada y serena. De pronto, los sistemas de comunicación y dirección del aparato fallaron y el panel se quedó en blanco. El ingeniero de vuelo no pudo reparar la avería. El piloto se sintió presa del pánico. ¿Cómo iba a conseguir llegar a su destino? Estaba sobrevolando el océano en una noche oscura sin señales que le guiaran. Pidió a la azafata que averiguara si entre los pasajeros había algún experto en electrónica.
Después de unos instantes de ansiedad, entró un pasajero en la cabina. “¿Es usted experto en electrónica?”, preguntó el piloto. “No, señor”, respondió el pasajero. “No se absolutamente nada de esas cosas”. “Entonces, ¿qué está usted haciendo aquí?”, preguntó el piloto. “Dígame cuál es el problema. Quizá pueda ayudarle”, indicó el pasajero. El piloto gritó furioso: “¡Si no sabe nada de electrónica, salga de la cabina. No me sirve!” El pasajero dijo serena y cortésmente: “Dígame, por favor, cuál es el problema. Creo que puedo ayudarle”. “¿Es que no lo ve por sí mismo?”, saltó destemplado el piloto. Todos los instrumentos han dejado de funcionar. No sabemos dónde estamos. Nos encontramos perdidos sobre el océano en medio de la noche”. “Bien, pero yo puedo ayudarle”, dijo el pasajero. “Conozco algo que nunca falla. No ha fallado nunca en el pasado ni fallará en el futuro”.
El piloto clavó en él su mirada incrédulo. “¿De qué está hablando?”, preguntó. “El cielo, amigo”, repuso el extraño. “Las estrellas nos guiarán. Muéstreme su mapa de ruta sobre el océano y nuestro punto de destino”. El pasajero, una persona de aspecto corriente, era astrónomo. Se sentó junto al piloto con el mapa en su regazo y los ojos clavados en el cielo. Firme y hábilmente, dirigió el vuelo. Al amanecer, el avión aterrizaba puntual en su destino”.
Cuando las señales que nos guían normalmente por los caminos de la vida se pierden, o no existen, como pasa en los desiertos, en las llanuras inhóspitas o en los mares inmensos, la humanidad siempre ha recurrido a las señales fijas y estables que nos ofrece el firmamento. Los sabios de Oriente, que nos presenta Mateo en su Evangelio, “se dedicaban al estudio de las estrellas”. Ellos no tenían las señales que los profetas, a lo largo de la historia de Israel, habían ido dejando para alertar al pueblo sobre el nacimiento del Mesías. Tuvieron que recurrir al firmamento para orientar su rumbo; por fin, en un momento, la estrella “se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Cuando los sabios vieron la estrella, se alegraron mucho. Luego entraron en la casa, y vieron al niño con María, su madre; y arrodillándose le rindieron homenaje”.
En estos sabios de Oriente estamos representados todos los pueblos, que hemos recibido el mensaje del Evangelio. Esta es la fiesta de la manifestación de Dios a toda la humanidad, sin importar su raza. Todos los pueblos, mirando al cielo, podemos orientar con seguridad nuestros pasos hacia Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida, hasta llegar puntuales a nuestro destino.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

LA FRASE DE LA SEMANA

CORRESPONDIENTE AL EVANGELIO DE HOY, DÍA DE "LA EPIFANÍA DEL SEÑOR"


PARA VER EL EVANGELIO COMPLETO CLIC AQUÍ: Mt. 2, 2-12